
Los medios repiten de forma constante la pregunta, «¿Dónde estabas en el momento del apagón?«. La respuesta de muchos lenenses será la misma, en el Prau La Flor.
Allí, desde primera hora de la mañana, se ultimaban los detalles de cara a la llegada de los romeros. La jornada se iniciaba sin incidentes destacables, mas allá de un camión cargado de sidra que tuvo que ser descargado a mano y remolcado por un tractor. También, entre las novedades, se acotaba un espacio alrededor de la ermita para facilitar el paso de la procesión, limitando hasta después del paso el colocarse en el recorrido.
Sobre las diez llegábamos a un prau aún casi vacío, donde apenas estaban las personas de la organización, personal de los servicios de emergencia, los heladeros y apenas un par de decenas de romeros. Pronto comenzarían a llegar, a cuenta gotas, algunos por el camino real, como marca la tradición, otros desde Piedracea. Andando, en bicicleta o a caballo… Sin bebida con la intención de comprar la sidra en el bar de la asociación o cargados con docenas de botellas, con víveres, con protección solar, cremas, sombrillas y hasta varias carpas plegables.

Mientras el prau iba cogiendo color, a las once se celebraba la misa privada dedicada a los cofrades fallecidos, mientras que poco más tarde tendría lugar la misa abierta al público. Como recordaba don Pedro, no existiría la Romería de La Flor sin su origen y parte religiosa. La procesión rodeaba una ermita en una jornada de sol y calor. Tras el oficio religioso, llegaría la Puya’l Ramu, donde no hubo mucha dificultad de venta, entre los compradores hablábamos con unos visitantes de Gijón, que por primera vez acudían a la festividad. También tenía lugar, con buena participación, el concurso de empanadas de las Amas de Casa.
Cerrada esa parte de la programación, en el Prau La Flor se seguían viviendo reencuentros familiares, de amigos o de esas personas que casi se ven sólo «de Flor en Flor». Era entonces, pasada la misa, cuando en un Prau de La Flor donde la falta de cobertura es habitual en cada festividad comenzaba a llegar el rumor del gran apagón, también acompañado de, como en estas ocasiones, informaciones que finalmente no resultaron, y que pintaban una situación aun peor.

Las ganas de fiesta no cesaban pese a que el apagón se convertía en lo más comentado, saltando de grupo en grupo «¿Enterastete del apagón?» o «que el fin del mundo nos pille bailando«, se decía, «pa apagón el que va tener aquí alguno«, nos bromeaba un romero mientras señalaba a un grupo de jóvenes cargados de sidra. Tras un tiempo para comer y beber, que con el calor que hacía y el sol pegando, la bebida, la que fuera, entraba sola, llegaba otro de los momentos ya tradicionales.
David Payares ponía al Prau La Flor a bailar, con mucha gente joven pero con romeros de todas las edades disfrutando, un año más, de su música. Por el escenario fueron pasando también diferentes «artistas invitados» mientras en el bar, o en las furgonetas de helados, dispensaban sus productos sin descanso.
Con la caída del sol, comenzaba el regreso hacía La Pola, en una cita festiva para recordar, de las más numerosas de los últimos años. Os dejamos esta breve reseña a la espera de recuperar la conexión a internet y poder subiros todas las fotografías de la jornada.